domingo, 22 de enero de 2012

Sin acero

Había sido arrastrado hasta aquel árido páramo mientras estuvo inconsciente. Aún conservaba la cordura, pero no tardaría en perderla. Con torpeza y dificultad, recobró la verticalidad al tiempo que cada hueso se desentumecía, doliéndoles. Miró hacia abajo para comprobar que su armadura seguía en su lugar. Su mirada se desvió a un brazo, luego al otro, como si no esperara encontrarlos ahí. Lo que ya no pasaba por su mente era hallar en ellos su espada, pues hacía tiempo que no sentía el peso del metal en su mano.

lunes, 9 de enero de 2012

Alas

Cuán fuertes deben ser sus alas cuando ni los más sensatos y numerosos brazos le retienen unido al suelo.