jueves, 1 de noviembre de 2012

Damocles invisible

Bajo aquel estrés constante que pendía sobre la Guardia, la atención y esfuerzo de los soldados se centró en su rol vital y principal: la defensa del débil. En esas circunstancias, con la concentración focalizada fuera de las murallas del castillo, nadie podía sospechar, menos averiguar, que algo se urdía en su interior. Con el amparo de los fatigados soldados, ocupados en otras preocupaciones, poco a poco se fue forjando una pesada y lustrosa Espada de Damocles, tan vigorosa y henchida de poder, que incluso aun pendiendo sobre la cabeza de quien lo hacía, su descenso se antojaba implacable. El destino del Reino, el aciago sino de la Guardia y de su máximo mandatario, se tejía con cautela y precisión en las mismas entrañas de aquella tierra, sin la sospecha de ninguno de sus habitantes.

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